De leyes y costumbres
La única manera de liquidar al dragón es cortarle la cabeza,
limarle las uñas no sirve de nada.
José Saramago.
(Las intermitencias de la muerte) |
Fidencio Treviño Maldonado.
Nuestro país dejó de tener leyes cuando la corrupción invadió todos los ámbitos, dejó de existir el temor a Dios, y la indolencia como representante de la idiosincrasia tomó las riendas de la república. Los países de leyes son los que surgen, renacen y crecen en todos los aspectos y la muestra con comparaciones son miles. Los USA es un país de leyes, en donde también hay corrupción, y por citar algo: de cada 100 jueces tres son corruptos o como se llaman en esos rumbos “manejables”. En nuestro país de cada 100 jueces hasta un 70% de estos son corruptos, no sólo manejables, sino que aceptan regalos, dinero y sobre todo dan protección y en algunos casos hasta han comprado los puestos con otros jurisconsultos de más alto abolengo.
En nuestro país la Carta Magna (Constitución Política Mexicana) es tal vez la más parchada, la más violada y desde luego ignorada por miles de impartidores de justicia, sin embargo en otros países sus constituciones, enmiendas y leyes se respetan y quienes las violan son castigados y no sólo con cárcel o multa y aunque parezca muy bárbaro en algunos países con su vida pagan esa violación.
Singapur, China, Los USA son países de leyes, inclusive aun existe en los USA la ley Lindbergh, que desde 1932 el secuestro es un delito federal y no local y se castiga con cadena perpetua o ejecución de los secuestradores. Mientras en China el robo o peculado por un funcionario público también es castigado con cadena perpetua o la ejecución del funcionario corrupto. Así están otros países en donde la ley es palabra y sus castigos son ejemplares. Ahí se han constituido y crecido, avanzando en sus modernidades, en su justicia social, que también tienen costumbres ancestrales pero muy ajenas a sus leyes, en donde tal vez la aplicación de la justicia sea de miedo, más que respeto, sin embargo, así funciona y son países de punta y naciones poderosas en todos los aspectos.
Los disparates que a diario vemos en nuestra clase política, es la grotesca, gigantesca, perversa y grosera mistificación con que lamentablemente se llevan a cabo los “Juicios ”, no sólo de los pobres o gente poderosa, es la tristísima realidad, la dolosa evidencia de la tardía, cansada y burocrática aplicación de la justicia, con leyes tornasoladas salpicadas por dinero, personas en su mayoría con caretas impuestas o propuestas por la clase gobernante, siempre lamentablemente con la falta de sentido social, moral, ético y desde luego con ausencia o falta de patriotismo.
Más allá de las costumbres del mexicano que en cocina, ferias, folclore nacional sean difíciles de igual, con sus colores, sabores, olores, modos y formas, está la perversa costumbre de que los mexicanos tenemos la impostura o nos amoldamos a la idea de que así es la ley, de que esto que a diario vemos es la justicia y de pronto se convierte en una memoria colectiva, donde crecen telarañas, sin embargo nuestra justicia está rasada por el materialismo que hoy impera, así sea quebrantando conciencias familiares y de paso también debilitando los valores espirituales que aun a estas fechas nutren a millones de familias mexicanas.
No es raro aun a estas alturas de la república a uno que otro decir “Las leyes se hicieron para romperse”, otra es que en este país las costumbres se hicieron leyes, tal vez así sea, pero siempre estas leyes no escritas y, que por costumbre se llevan a cabo, termina dividendo a la sociedad, entre la esperanza de vivir mejor o vivir entre la zozobra, que dan la crisis demográfica, social, económica, política y jurídica.
La indiferencia e indolencia que nos vende la clase política en el país, es el espejo que refleja la justicia, el brazo de la ley y el mentado y socorrido Estado de Derecho que celosamente guarda el Estado hegemónico y que es punible sólo para los desarraigados que pululamos éste aun hermoso país, en donde la costumbre se convirtió en un vicio y el vicio en ausencia de justicia, y las leyes son para los desconocidos y enemigos, mientras para los amigos y poderosos la gracia de la justicia emancipadora los cobija.
Una pregunta de tarea: ¿Cuantos estadios como el Azteca serían necesarios para meter a tanto corrupto en este país, si fuera un México de leyes y no de costumbres corruptas?
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